Por Christian León
En Maria Antonieta, Sofia Coppola toma a un personaje histórico y cuenta su vida como si se tratase de la suya propia.
El linaje de Sofia
Como Maria Antonieta, Sofia es una reina. Pertenece a la nobleza nuevayorkina. Es hija de Francis Ford Coppola, sobrina de Talia Shire. Sus primos son Nicolas Cage y Jason Schwartzman, duques del espectáculo. Desde que era bebé ha figurado en películas de su padre quien produjo los tres largometrajes que ella ha escrito y dirigido.
Es quizá por esta razón que Sofia causa animadversiones. Y sí. Mientras miles de directores se parten el alma para realizar una película, la reina nuevayorkina tiene la vida regalada. Es común encontrar notas que descalifican el cine de la Coppola por su frivolidad, propia de una niña mimada. Digamos las cosas por su nombre. La joven directora de 36 años es una hija de papi que sabe hacer cine. Sus tres largometrajes Las vírgenes suicidas (2000), Perdidos en Tokio(2003) y María Antonieta(2006) son filmes estilizados, atmosféricos, seductores. No pienso que ninguno sea una obra magna, como lo ha planteado el poeta ecuatoriano Cristóbal Zapata y el crítico español Carlos Heredero. Sin embargo, todos descubren una mirada personal, sosegada y melancólica desde una subjetividad femenina.
Sería un error comparar a la ex de Spike Jonze, con realizadoras como Naomi Kawase, Claire Denis o Lynne Ramsay. O peor aún contraponer su estética coolal filme contemplativo estilo Hou Hsiao-hsien como lo hace injustamente Quintín, popede la crítica argentina. El cine de Sofia Coppola no busca la profundidad, es pura atracción de superficies, es fashion y cosmético. Es caprichoso como ella, académico como el de su padre. A pesar de ello, o quizá por ello, mantiene una coherencia estética y conceptual. Sus concepciones visuales combinan bastante bien el encuadre clásico con una estética videoclipera, casi publicitaria. Sus guiones evitan todo psicologismo y trabajan con historias soterradas de feminidad y adolescencia. Perfectamente podría caracterizarse como la vertiente soft del posmodernismo rocambolesco a lo Tarantino. La sutileza visual, el gusto exquisito por la música pop, la escasez de diálogos, la mezcla de géneros narrativos son una constante para la directora. Su cine está dirigido a los sentidos, más que a la inteligencia o al corazón. Razón suficiente para que muchos lo consideren superficial y frío, cuando simplemente es cool.
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Postales de Vesalles
María Antonietaes el filme más ambicioso y logrado de Sofia Coppola. No es casual que revistas tan prestigiosas como Film Commenty Cahiérs du cinèmala hayan puesto en su portada. Sí. María Antonietaes una película arriesgada en muchos sentidos.
En primer lugar es una producción histórica de alto presupuesto (40 millones de dólares) que no deja de lado la experimentación narrativa y visual. Por un lado, la película ostenta una fastuosa ambientación, por el otro una narrativa antidramática, multirítmica y elíptica. Rodada en el propio palacio Versalles, la obra alcanza niveles sorprendentes de veracidad en arte, vestuario y maquillaje. Al mismo tiempo, desconstituye el efecto de verdad a través de la inclusión de códigos narrativos poco usuales en el filme de época tal como sucede en la Miss Julie(1999) de Mike Figgis y en La inglesa y el duque(2001) de Eric Rohmer. Junto a planos fijos y panorámicos de Vesalles, conviven tomas cámara al hombro, secciones video clip. En contra de la continuidad de la narración clásica, avanza un relato en espiral por saltos y discontinuidades.
En segundo lugar, Coppola toma a un personaje histórico y cuenta su vida como si se tratase de la suya propia, instalada en la actualidad. La historia, basada en una biografía de Antonia Fraser, reconstruye la vida íntima de esa muchacha de 14 años que tuvo que dejar su Austria natal para convertirse en la esposa de Luis XVI. La Reina pasa perfectamente por cualquier joven contemporánea agobiada por la fama mediática y el star system. Más aún la película parece decir que Versalles puede ser el sueño de cualquier adolescente fashion. No es casual que entre los zapatos de la reina adolescente la cámara ponche unas Converse. En efecto, la directora –posmoderna confesa y convicta– se despoja del peso de la historia y la política. El mundo histórico está transformado en pura escenografía, la política casi está ausente, aparece solamente en conversaciones ocasionales o en los planos fijos y finales del palacio destruido por la Revolución. María Antonietaes un delicioso pastiche posthistórico, hecho de bellísimas estampas en colores pastel, escenas nocturnas de bohemia y juego, recreaciones de bailes alucinantes, todo a ritmo bandas como New Order, The Cure, The Strokes, entre otros. Aun así, críticos tan exigentes como Andrew Sarris sostienen que este es el mejor tratamiento que se hacho hasta la fecha sobre la Delfina de Francia.
La discontinuidad de la narración y la deshistorización del relato, dejan a la película en un curioso limbo. Es un filme sobre la Reina decapitada por la Revolución Francesa pero no exactamente, es un filme histórico pero no exactamente. ¿Cómo calificar entonces a la película? La respuesta es sencilla: como una más de Sofía Coppola.
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Adolescencia, seda y pastelitos
Si algo caracteriza a los filmes de Sofía Coppola es una sensibilidad juvenil, refinada y decididamente femenina. Frente a la narración machista del cine clásico y al deseo fálico de la narración de autor, la directora cultiva una narrativa sosegada que no se afirma en la potencia y la prepotencia sino en la seducción. En todos sus filmes, incluso en Las vírgenes suicidas(narrada desde el punto de vista de un chico), se libera el deseo femenino, una onda expansiva que transforma todo. Sus tres películas configuran una especie de “trilogía de soledad femenina”, una saga donde no hay grandes heroínas, ni conquistas, ni aventuras sexuales desaforadas, solo bellos y sutiles estremecimientos del deseo. Quizás por eso, una divina tribu de actrices alternativas y excéntricas habite sus películas, Kirsten Dunst a la cabeza.
María Antonieta es una colección de pequeñas alteraciones que suceden entre el dormir y el ritual cortesano. En la película, Versalles es un espacio delicadamente iluminado, de tonalidad celeste y rosa, llenas de terciopelo, sedas y apetitosos pastelitos. La paradoja está en que ese lugar tan chicpueda ser una despiadada máquina de producir soledad y frustración. La película es la perfecta versión teenager deLarga vida a la señora(1987) de Ermanno Olmi. Por reiteradas ocasiones monta el plano de un cortinaje abriéndose alrededor de lecho nupcial. A través de esta imagen, la película nos invita a pasar del mundo nocturno, apacible y solitario, al mundo luminoso, social y vociferante de la corte.
Entre el ensimismamiento del mundo nocturno y la alienación del ritual se produce una pequeña variación, una ligera desviación. Es entonces cuando María Antonieta deja de lamentarse por su matrimonio no consumado, por las presiones familiares y sociales. Es entonces cuando la joven ansía ver el amanecer, llevar un vestido suelto, acariciar a un corderito, refugiarse en su casa de campo y en su pequeña hija o simplemente entregarse a los brazos de su amante. Para Coppola, la soledad parecería ser tener algún nivel de dignidad, es un espacio no alienado junto al cual surge el deseo. A pesar de que las concepciones de la directora sobre el ritual y su trasgresión son bastante precarias y modernas, no deja de ser interesante su apuesta por una mujer adolescente en busca de sí misma. Una adolescente iluminada por un deseo que la transforma a cada instante.
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